Palabras acumuladas

miércoles, agosto 30, 2006

Feliz de morir




Sucede que la gente se niega a morir. Parece que no supieran (y bien lo saben) que, por más que se nieguen, por más que la ignoren y huyan, la muerte los va a alcanzar. No sólo a nosotros, los humanos. La muerte nos unifica con la naturaleza entera. Los árboles mueren. Los animales. Incluso el planeta y, probablemente, el Universo. Es más fácil aceptar la muerte que andar llevándole la contra a lo imposible. Se tienen hijos y se evita a toda costa que "el nene" se entere de que murió tal o cual. La gente se rompe la cabeza para inventarle historias al nene, historias de cigüeñas y repollos, le explican que una abejita y una flor tienen hijitos, pero nunca le dicen que la abejita se muere y el cuerpo pasa a formar parte de la tierra, que nos da vida. Le hablan de gente que se fue de viaje o que está con los angelitos, y nunca de fallecidos y enterrados, o cremados, por qué no. Y así eternizan esa mezcla de recelo y enojo generación tras generación. Si a un nene le hablás las cosas como son, el día de mañana no le va a asustar, ni a doler tanto, algo que ya conoce. Pero nos criamos viendo a la muerte como algo terrible, innombrable. Siempre es "desde que pasó lo de la tía" o "desde que mi abuela nos dejó". No voy a decir que la muerte es linda, pero la idea no me resulta desagradable. Caeré en las frases más trilladas: morir es llegar, es una meta, es parte de la vida. Y sí, es así, sin duda. Es un evento importante, y es inevitable, por suerte. Yo no quiero perpetuarme. Y cuando muere alguien se lo extraña, es sano, pero a veces se exagera un poco. Después de muerto, uno pasa a ser "pobre" ("pooobre Santiago", seré yo algún día). ¿Qué es eso? ¿Pobrecito que murió? Si es lo más normal del mundo. Estar muerto no debe dar lástima. En todo caso, es tan bueno como nacer. Finaliza la vida porque la vida tiene un fin. Es simple. Por eso comienza también. Si no hubiera final, no habría tanto que hacer hoy. Pasó algo. Te fuiste o se fue. Antes o después. Así debe ser. A veces hasta se puede sentir bienestar cuando alguien muere, alguien que llega ahí, a esa instancia, sin abandonar en el camino. Porque, como se vive hoy, morir así es todo un logro. 

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martes, agosto 22, 2006

EL SABOR DEL TE, de Katsuhito Ishii

Cha no aji (El Sabor del té) - 2004

Si yo utilizara la palabra "flash", y no estoy hablando de la luz blanca que emiten las cámaras de fotos, estaría escribiendo "El sabor del té es una película flashera". Pero como no me gusta el término, no lo voy a escribir. Evidentemente Katsuhito Ishii, colaborador de Tarantino en las escenas de animé de Kill Bill, consume sustancias que, en algunos países, se encuentran prohibidas. La película me gustó. Me gustó mucho. Al principio cuesta un poquito acostumbrase a las excentricidades de los personajes y del director, que bastante tiene de poeta. Pero al rato ya estás inmerso en ese mundo, y cuando termina no te das cuenta de que pasaste casi dos horas veinte minutos viviendo en una zona rural de Japón con una familia bastante particular. La película cuenta un momento de esa familia, a través de las historias individuales de cada miembro. Humor, surrealismo (un fantasma de un yakuza, una nena perseguida por una gigante imaginaria...) y la maravillosa sensibilidad oriental (imágenes de la naturaleza, danzas, amor). Es admirable cómo saben incluirla hasta en las películas violentas o de terror. Es más, me da la sensación de que es al revés, todo surge en ellos desde ese lugar sensible. El final es realmente hermoso.
Se me ocurre que es cine con todas las letras, que utiliza recursos que generalmente no se utilizan, supongo que por miedo, para no arriesgar, o por falta de imaginación.
Para pasar un buen rato en un mundo que deja una agradable sensación de bienestar. Y dan ganas de volver.

Posted by San :: 12:44 p. m. :: 0 Comments:

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miércoles, agosto 16, 2006

La influencia de Wagner



Wagner se hizo pesimista. Influenciado por la lectura del filósofo Arthur Schopenhauer (en un mismo año leyó cuatro veces "El mundo como voluntad y representación") pausó la creación de "El Anillo de los Nibelungos" (obra que consta de cuatro óperas y que dura aproximadamente quince horas) para plasmar su nueva tendencia en la ópera "Tristán e Isolda", historia de un amor que sólo puede existir después de la muerte. De El Anillo tenía apenas el texto hasta entonces. Cuando lo retomó se encontró con que su nueva manera de ver las cosas no coincidía con lo que venía armando; sin embargo el texto no varió. Decidió demostrarse en la música. Así fue que, muy conscientemente, Richard Wagner rompió con muchas de las reglas musicales imperantes, que apenas se doblaban hasta entonces, y abrió las puertas a la música del siglo XX, puertas por donde pasaron Debussy, Stravinsky y tantos otros; su influencia probablemente llegue hasta la música actual más comercial. Cambió la historia. El pesimismo, la innata e invariable insatisfacción humana, que había vislumbrado en Schopenhauer y en la que creía, la desparramó en acordes que tardan una eternidad en resolver, o nunca resuelven, entre otras cosas. Muchas de sus obras nunca habrían sido representadas, ya que en su época, en principio, se lo veía como a un loco (luego cambiaría esa visión, con él todavía vivo), sin la ayuda de Luis II de Baviera, un joven rey, de apenas dieciocho años, que creía ver en Wagner a un ser casi divino y que hasta le dedicó un teatro, que se construyó en tres años, para el estreno de la serie de El Anillo.

Wagner, antisemita acérrimo, creyente en la superioridad aria, fue una piedra fundamental para la propaganda "intelectual" nazi, tanto a través de su música como de artículos periodísticos en los que denigraba y hasta deseaba la muerte a los judíos. El mismo Hitler creció escuchando, leyendo y admirando a Wagner. Es más, muchas de sus ideas tienen su influencia (más allá de las obvias referencias antisemitas, el tema de revivir mitos heróicos como sostén histórico, por ejemplo; incluso hasta la ostentación nazi tiene que ver con las artificiosas puestas en escena de las óperas wagnerianas).
La música de Wagner era un "condimento" infaltable en los campos de concentración.



Posted by San :: 1:54 a. m. :: 3 Comments:

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